Las antiguas jugueterías de Cañuelas
En la previa de Reyes, recordamos algunas de las principales jugueterías de antaño: Casa Gervasoni, Brignani, Carriola, Della Corte, Remo, y varias más. ¿Cuál era tu juguete favorito?
Por Anita Pfannckuche.
Casa Gervasoni
Estuvo atendida por las tres hermanas, en Avenida Libertad, casi esquina Vélez Sarsfield, y después por María Elena. En la fachada: persianas al frente y dos mármoles blancos tallados con las palabras “librería” y “juguetería”.
Allí se podían adquirir los billetes de lotería (de tamaño muy pequeño) y pesos fuertes. Tabaco en lata o paquetes, cigarros de hoja y habanos de muy buena calidad.
La juguetería era muy completa. Desde aquel jueguito de limpieza (escoba, cepillo y secador) revólver de lata a cebita, pelota de goma, balero, yo-yo, los “Mil ladrillos” de goma, después de plástico, juegos de mente y ciencia, muñecas Rayito de Sol. Rompecabezas, y papel de todos los colores para barriletes. De allí salían completos con el piolín choricero para fabricar las cometas, cajón o estrella con las largas colas de trapito que regalaban las abuelas.
Casa Brignani
En Libertad entre San Martín y Belgrano (donde hoy está el Banco Río) atendida por Don Víctor y Doña Rosa y el Sr. Casani y su esposa, se iniciaron con un pequeño local que luego fue una galería, con la juguetería al centro y los locales de cigarrería – lotería y de lencería al frente (Cenena y Adelita).
Para la fecha de los Reyes Magos, la vereda era una fiesta. Don Melenique ofreciendo billetes, los juguetes engalanando la calle.
Adentro, unas vitrinas o exhibidores de vidrio y madera con cerraduras y candaditos donde se exponían concursos navideños, fotos, dibujos, utensillos de otras épocas, recuerdos… en fin, un paseo obligado para observar esa exposición.
Casa Carriola
Un poquito apenas más moderna, estaba ubicada en la calle Rivadavia, con piso de pinotea y un pequeño mostrador. Allí la inefable Nelly y su mamá, atendían con sus impecables mantillones de lana en invierno, su sonrisa detrás de los redondos lentes de carey y sus cabellos plateados, recogidos en rodete.
Fue el primer lugar donde se vendieron juguetes didácticos y libros de cuentos. Había también increíbles muñecas (entre ellas la famosísima Linda Miranda), juegos de té, de mesa, baterías de cocina, Rastri, Mil ladrillos y el Mecano. También el antiguo “surubí” que era una montañita en caracol por la cual había que subir una pequeña bolita de acero a pulso y habilidad.
Casa Della Corte
En la calle Del Carmen, casi esquina Rivadavia. Un lugar sumamente amplio, con un sótano al que se bajaba por una escalera de hierro. Un lugar donde parecía que vivían las muñecas. De todo tamaño, desde la Marilú hasta la Rayito de Sol, pasando por las de cabeza de yeso y cuerpo relleno de semillas o aserrín, las “patas largas” o los bebotes. Cunitas, cochecitos, lanchas, peluches, juegos de mesa, baterías de cocina e infinidad de juguetes para todas las edades.
Compartía el lugar un sector de finas telas para cortina o mantelería. Galones, canutillos y lentejuelas, accesorios y una colección de bicicletas de primeras marcas.
Casa Remo
Era una bicicletería que estaba en la calle Libertad 974. Además de bicicletas de todo rodado exhibía unos fantásticos carritos tirados por caballitos forrados de piel marrón, triciclos de tres ruedas angostas con goma y rayos, con grandes timbres. Las sillitas de a dos que se balanceaban y los maravillosos karting de chapa. Además en ese local una vieja bici se transformaba en una nueva con algún toque de pintura, pedales nuevos, cintas para el manubrio, porta manubrios negros, luces “ojos de gato” o la luz conectada al piñón, y las redonditas bolillas huecas que daban vueltas en los rayos, para limpiarlos de barro.
Hubo muchos otros lugares comerciales donde se vendían juguetes y rodados, Casa Campitos, Mueblería de la familia Carrizo, bicicletería de Cartasegna, bicicletería de Carlitos Domínguez, el negocio de la familia Pauloski en Libertad y Florida, que además tenían mueblería y mimbrería. Desde allí partía el Sr. Calismonti con un carro lleno de cestos y silloncitos de mimbre con asiento de corcho para los más chicos. Todos ellos, y seguramente varios más, aportaron su cuota de dulzura y magia y fueron buenos proveedores de papás, abuelos, reyes y papanoeles.