Por Jorge Claudio Morhain: 2 de abril, la historieta.
Estábamos hechos a esa forma de vida, estábamos acostumbrados. Los que pasamos el golpe del ‘55 y seguimos adelante asociábamos inmediatamente una marchita militar por la radio con uno de los siguiente hechos seguros: 1) Si había gobierno civil, significaba que acababa de producirse un golpe de estado y ahora había gobierno militar; 2) Si el gobierno ya era militar era que venía un anuncio tipo devaluación, estado de sitio o, incluso, “el día del arma de los destornilladores de ruedas traseras de cañones marca Mauser”. Lo que fuese, uno lo escuchaba con el rabillo del oído hasta que la primer frase incluía una de esas categorías y entonces, el oído experimentado ya no registraba más. Pero aquella mañana, hace 30 años, sí escuchamos, sí oímos, sí nos redespertamos, nos conmovimos, nos shockeamos: Los milicos decían que habían tomado las Malvinas. ¡Carajo, eso era HISTÓRICO!
A ver. Aunque hoy nos parezca imposible, hasta 1982 las Malvinas estaban olvidadas. Sí, se hablaba en la escuela, se sabía que eran argentinas, pero nada más. Servía para una nota anual de la revista Gente con foto de ese curioso pueblito inglés en medio de la Patagonia, pero no mucho más curioso que un pueblito galés en medio de la Patagonia. Los malvinenses iban y venían, tenían un vuelo al continente, uno podía ir de visita, como los reporteros, tomarse unas bock en la cantina, tirar unos datos y volverse, llenos de niebla que hasta parecía londinense. No era que estuviésemos resignados, sólo que aceptábamos ese largo statu-quo. Ah, sí, se discutía. En los bares, esos oratorios de la intelectualidad urbana.
En el número 2187 de Caras y Caretas (Tercera Época), de junio de 1982, hay una carta firmada por “un nacionalista atribulado” (¿Poroto Botana?) Decía: “…las Malvinas era de nosotros, los nacionalistas, que por años bregamos por ellas, por el Brigadier General Juan Manuel de Rosas y por el General Facundo Quiroga. ¿En qué peña, en qué café (en especial en el ‘Tortoni’ que es el Vaticano de nuestros ideales) no bregamos durante años por su recuperación?……No puede negar Ud., como correligionario, que el acto del Fortunato implica una descortesía, al dejarnos sin motivo sin tema de conversación. Nuestras peñas han quedado silenciosas por haber perdido la causa de nuestras arengas, discursos, charlas y proclamas.” Es la mejor descripción del clima previo a la guerra. No sólo los ingleses, reconozcámoslo, descubrieron dónde estaban las islas.
Con estas consideraciones en mente, y ante la comprobación del desconocimiento general de POR QUÉ son argentinas, se me ocurrió que uno tiene pocas oportunidades de vivir, de transcurrir simultáneamente a los Hechos Históricos verdaderos. Y que había que contarlo, escribirlo, difundirlo, junto con todo ese corpus previo que acreditaba nuestros derechos. Y difundirlo significaba hacerlo en el medio popular por excelencia: la historieta.
Tomada la decisión, necesitaba un dibujante. Mi hermano Mario, el dibujante de la tinta del Eternauta 3, vive a la vuelta de mi casa. Le propuse la idea, y arrancamos.
La primera tira de la historieta “2 de abril” fue escrita el 27 de mayo de 1982. Dibujada por mi hermano Mario Morhain, salí a buscar diarios dónde publicarla. Nadie quiso hacerlo. Era un tema demasiado candente y peligroso. Sólo el diario “El Litoral” de Santa Fe, compró la tira y la publicó, completa. Simultáneamente con la guerra real.
¿Qué cuenta la historieta? Cuenta el desembarco de las tropas argentinas, desde la llegada a las islas hasta el izamiento de la bandera en la casa del Gobernador. La idea era seguir contando la guerra. Pero cuando llegamos a esas tiras, en la vida real perdíamos la guerra. Y cortamos en ese punto. En realidad, ese corte nos vino como anillo al dedo, porque ya teníamos datos de la ignominia, la cobardía, la traición de los represores militares. Hubiese sido difícil continuarla.
Para escribir la parte actual compré todo lo que pude que se publicaba en ese momento: los diarios, las revistas mentirosas, las revistas amarillas, los análisis más o menos serios, todo. En ningún momento se me cruzó por la cabeza la idea de acercarme a las fuerzas armadas a pedirles información o documentación. Siempre estaba la posibilidad de caer preso, o desaparecer… Pero por las dudas, en la parte inferior aparecía el cartelito: “Los hechos relatados se basan en fuentes documentales no secretas. Nombres y acontecimientos no oficiales son imaginarios.”
Pero eso era sólo la mitad del trabajo, casi la excusa para contar la verdadera historia de Malvinas: por qué eran argentinas. Para eso, también compré… libros y libros, informes, revistas antiguas, documentación seria. Siempre que he escrito guiones históricos he seguido el mismo método: no tomar el punto de vista de los protagonistas principales, de los “próceres”, sino de personajes secundarios, que pudieran observar a esos “próceres” desde el punto de vista de la gente común, y contarnos lo que yo supongo fue su reacción frente a las circunstancias históricas. Para la parte actual no había, además, en este caso, héroe alguno ni identificación de nadie, salvo Giacchino. De ahí que me basé en las sensaciones de algunos soldados y de algunos kelpers.
Para la parte del pasado hice lo mismo. Un marinero de Américo Vespucio. Un ayudante de Don Álvaro de Mezquita, capitán del “San Antonio”, parte de la flota de Hernando de Magallanes. La expedición de Hawkins, que al parecer vio otra cosa y no las Malvinas. Un grumete de la expedición holandesa que les puso “Sebaldes”. Un expedicionario de Bouganville a las Maluines. La fundación de Puerto Egmont. La toma de posesión por España, en 1770, reforzando lo que siempre consideró su soberanía. Un gaucho de Vernet. La usurpación inglesa. El gaucho Rivero. Y al llegar a ese punto, como dije, perdimos la guerra real, y la historieta terminó. Faltaron otros hechos, como la expedición Cóndor. Pero lo fundamental estaba contado.
Llegada la democracia, la editorial Puntosur decidió publicarla, iniciando los trámites. Pero, lamentablemente, tuvo que cerrar antes de concretarla.