Octubre 40 años 1983-2023.
La próxima semana el país amanecerá con la posibilidad de un nuevo presidente o tal vez se avance hacia un balotaje, que parece ser el escenario más probable, pero no es sobre eso que deseo escribir, eso apenas es el trampolín para saltar sobre el tema que se me ocurre tratar: LA REALIDAD, es necesario tomar conciencia que gran parte de lo que se decide el domingo tiene que ver con nuestra cotidianidad, tan vapuleada por los arremetidas mediáticas que a diario nos sirven en un menú meticulosamente elaborado.
Lic. Raúl E. Valobra
Todos debemos estar conscientes que se decide nuestro futuro, individual y colectivo, y cada uno de nosotros debe reflexionar cuánto es lo que quiere modificar esta realidad, aún con las falencias y defectos que pueda tener en su capacidad de respuesta, en su eficacia como sistema, un sistema que exige la participación y el compromiso ciudadano para hallar juntos la mejor alternativa, con las batallas y disputas para alcanzar el consenso mayoritario.
Eso estará en juego el domingo: el grado de incertidumbre que seremos capaces de afrontar, las vicisitudes a las que nos expondremos como país, de acuerdo a la improvisación o continuidad del voto, ese voto sagrado que cada elector debe emitir con fecunda convicción y profunda esperanza de cambiar o mejorar el presente -más que el futuro-, de acuerdo a las motivaciones que nos empujen a elegir al candidato que mejor responda a los intereses que nos planteamos como antecedentes para compatibilizar con esa otredad política circunscripta en la boleta.
Esa facultad indelegable de decidir, es la virtud más transparente y potable de la DEMOCRACIA, en sus 40 años ininterrumpidos, aún resuena el discurso de Alfonsín en la 9 de Julio, en aquel multitudinario cierre de campaña en octubre del 83, de un regreso al Estado de derecho, luego de la noche más oscura de la patria, con demandas irresueltas y una reputación bastardeada por los oportunistas, improvisados e incapaces del territorio político, abordado además por el poder económico, para dirigir su rumbo hacia prebendas y beneficios privados.
Es muy loco imaginar hoy el escenario de ese próximo lunes: el dólar, la inflación, los alimentos con otra brutal escalada de precios -injustificada y letal-, los titulares de los diarios de los holdings mediáticos actuando con toda su maléfica voracidad sobre el resultado, en concordancia o discrepancia con el mandato soberano del voto popular y los intereses creados de sus infinitas ramificaciones.
La participación en el acto eleccionario de estos 40 años lejos está de significar una fiesta para el pueblo, ya que la imprevisibilidad sobre el programa de gobierno del cualquier ganador genera una marcada incertidumbre, fértil para la despiadada especulación económica que condena siempre con mayor dureza a las clases más vulnerables, con la liberación caprichosa de los precios sin mediar relación con las variables que desde siempre rigen a la economía de un país.
Ese lunes está a la vuelta de la esquina, sin pandemia pero con dos guerras sacudiendo al mundo, casi un cuarto de siglo después del año 2000, que tantos libros, notas, elucubraciones y chantadas demandó, sin embargo, la raza humana avanza en feroz contradicción entre los inmensurables descubrimientos científicos, astronómicos y tecnológicos; y el exterminio planetario como resultado del cambio climático que anuncian desde el mismísimo Vaticano que se encuentra al borde de una irreversibilidad manifiesta.
Cada elector marchará el domingo con sus rituales, cábalas y expectativas, pocos conjugarán las variables detalladas anteriormente al emitir el sufragio y sin duda el domingo alrededor de las 22 el país detendrá su marcha para escuchar el anuncio de la fórmula consagrada como ganadora o las dos que contiendan el 19 de noviembre en el balotaje y el lunes, en definitiva, usted, aquel, yo y el otro, regresaremos a nuestras rutinas laborales y temblando veremos qué pecado capital nos achaca el dios mercado como castigo.