María Jesús Salvatierra contra la corriente cumple su sueño.
De trabajar en atención al público en el Banco Provincia./em> a correr en las pistas a toda velocidad. Es la historia de María Jesús Salvatierra. www.clarin.com
Tiene 32 años y su vida dio un giro cuando se dio cuenta de que era posible practicar su gran pasión, el automovilismo, sin que nadie se opusiera. De chica se veía como mecánica. Hasta les pidió a sus padres que la anotaran en una escuela especializada para vivir de más cerca de lo que soñaba hacer. El gran plan de los domingos era ir a algún autódromo a vivir -no ver- una carrera. Si no podía, la obligación era mirarla por la televisión. Y aunque muchas personas le dijeron que este no es un deporte para mujeres y que ella no lo iba a lograr, su sueño pudo más. Y hasta trabajó gratis para la Copa Bora a cambio de que la dejaran correr.
El camino no fue sencillo. En enero de 2020 se regaló para su cumpleaños una prueba en un auto de carreras. Gastó todos sus ahorros. Sintió la adrenalina de correr. Y confirmó que eso era lo que quería para su vida. La pandemia, inoportuna, se transformó en una barrera más. Pero no la detuvo. La motivó a entrenarse todos los días en su casa para ponerse a punto y llegar diez puntos físicamente al día del debut. Pero todavía faltaba para eso.
A los 11 años aprendió a manejar y no bien cumplió 16 obtuvo el registro con un permiso especial de los padres. El primer objetivo fue tener auto propio y comenzó a trabajar en diferentes lugares para conseguirlo. Y obviamente lo logró. Tardó cuatro años. Su historia comenzó en la localidad bonaerense de Saladillo, el lugar donde nació y dónde tuvo su primer acercamiento a los motores como trabajadora oficial en la agencia de Chevrolet. Después decidió mudarse a Cañuelas e ingresó en Wurth, la marca alemana de herramientas que la ayudó a dar el salto para ingresar en Copa Bora. Le encantaba estar allí, pero lo dejó para ingresar al Banco Provincia.
-¿Quién te transmitió la pasión por el automovilismo?
-Me gusta desde que soy chiquita, pero creo que me nació a mí sola. Es cierto que a mi papá le gusta y es fanático de mirar las carreras los fines de semana. Y que vivía cerca del taller de (Fabián) Giustozzi -motorista y preparador del Turismo Carretera– en Saladillo. Y ya de chiquita decía que quería ser mecánica. A los 10 años me llevaron a la primera carrera.
-¿En tu casa se vinculaban con el automovilismo?
-Los domingos en mi casa se veían la carreras sí o sí. A los 10 años me llevaron a la carrera en 9 de Julio, tenía un tío conocido de un piloto y mi papá vio que tenía tanta emoción por la carrera que le habían dado una pulsera para ingresar a boxes y me la dio a mí para que pudiera ir a conocer. Era una locura sólo mía.
-En la escuela también decidiste vincularte con los autos…
-Cuando cumplí 15 empecé a ir a una escuela técnica y decidí pasarme a electromecánica: era la única mujer entre 60 hombres. Intenté averiguar para correr en karting, pero era muy caro. Mis viejos no me daban mucha bola. En ese momento casi no había mujeres en el rubro y, además de eso, no tenía medios económicos ni conocidos como para que me dejaran correr. Después se me fue dando porque me vine a vivir a Cañuelas y empecé a conocer más gente.
-¿Por qué te mudaste a Cañuelas?
-Yo trabajaba en una agencia de Chevrolet en Saladillo y mi novio en Cañuelas. Entonces iba y venía todos los días hasta que entré en trabajar en Wurth, que me abrió todas las puertas a contactos porque me llevaban a distintas carreras. Iba vendiendo y publicitando por todo el país y así conocía más del automovilismo. Ahí conocí a un instructor en karting que me invitó a una prueba, me dijeron que me pagaban todo y ahí se empezó hacer de verdad. Empecé con pruebas, fui a distintos circuitos y cada vez que tenía algo de plata, porque era todo muy caro, me pagaba una prueba. Pero no podía hacerlo siempre.
-¿En cuarentena empezaste a entrenar porque sabías que querías hacer esto o por hobby?
-Todo resurgió con la pandemia. La última prueba la hice en enero 2020. Fue mi regalo de cumpleaños. Y me di cuenta de que hice 40 vueltas todo el día y me cansé muchísimo físicamente. Con la pandemia, como estaba en casa, me propuse entrenarme para mejorar. Lo hacía todos los días con un entrenador solo para estar a la altura de la competencia.
-¿Cómo te metiste en la Copa Bora?
-Me puse en contacto con la categoría de la Copa Bora y yo quería estar sí o sí en ese ambiente. Empecé a hacer entrevistas en Instagram a pilotos, hice cursos de fotografía, de motociclismo, de redes sociales, y empecé a prestar esos servicios a pilotos para que me conociera más. Cuando pude contactar a Copa Bora, me ofrecieron ir a una prueba. Fui a fines de 2020 y me preguntaron si quería trabajar para ellos con las redes sociales y yo arreglé que trabajaba sin un sueldo a cambio de que me dieran un auto y me dejaran probar con la categoría. Me fui metiendo y ya estoy con ellos.
-¿Crees que en algún momento vas a tener que dejar de trabajar en el banco para dedicarte por completo al automovilismo?
-No, porque son dos cosas distintas. El banco es mi trabajo y me gusta. Lo otro es mi pasión, pero no creo poder dejar mi trabajo para dedicarme a esto. Primero por la estabilidad y segundo, por los años que tengo, reconozco que no voy a poder hacer una gran carrera deportiva. Sí me gusta y quiero seguir metida en el ambiente haciendo algo, que va más allá de lo económico pero no mucho más que eso. Aparte, con más razón, yo trabajé mucho tiempo en Copa Bora solo por amor y por un lugar en una carrera, nunca pensé en la plata.
-¿Cómo fue tu debut?
-Después de una larga lucha, porque es un ambiente muy complicado para la mujer, accedieron y me dieron la posibilidad de correr porque en verano hice un curso de pilotos para competir. Una vez ya preparada, fui a una prueba que hacía un piloto antes de correr y me dijeron que me subiera. Me vieron bien, me sentí cómoda y me preguntaron si al final a la próxima iba a correr. Accedí y gasté todos mis ahorros porque aún no tenía sponsor. Me fui a Saladillo, contacté a mucha gente y todos me ayudaron para solventar parte de los gastos.
-¿Tenías un equipo para correr?
-No. Fui totalmente sola. Tuve una chica, Romina Castro, que me ayudó en todo todo lo que es telemetría para mejorar. Yo fui sin hacer ninguna prueba porque, si quería hacerla, tenía que pagar. Y yo destiné todo para la carrera. Ella me puso una camarita para ir estudiando y funcionó porque al fin y al cabo no me fue mal, en la final eran 20 autos, terminaron 18 de dar la vuelta y yo terminé en el puesto 13. Mi idea era terminar y con el auto sano. Yo no tenía plata para arreglarlo, yo quería aprender y llegar. En el entrenamiento de debutantes el viernes me fue bien. El sábado ya había bajado tres segundos y para la clasificación tuve uno adelante que me iba tapando y no pude hacer un mejor tiempo pero no me fue mal.
-¿Te costó más de lo que creías?
-Lo viví rebien. Lo disfruté y sentí que volé un montón. Me sentí segura. La inseguridad la tuve cuando llegó el día de la carrera y tenía 20 autos al lado. De hecho, no creí que me iba a ir tan bien para ser la primera vez.
-¿Cómo te acostumbras a convivir en un lugar donde la mayoría son hombres?
-Es difícil. Al principio es como que te tenés que acostumbrar a eso. Es un ambiente complicado para la mujer, cuando no venís de un papá o hermano piloto, es como que caes de un paracaídas y te miran como diciendo: ‘¿A qué venís?’. Ahí es donde tenés que estar segura de lo que querés y a lo que vas. Si no, no te la hacen fácil. Ahora es distinto porque estoy hace dos años y soy una más, pero al principio hasta me cuidaba de cómo me vestía. No dejás de ser una mujer en un ambiente de hombres. Para que te des una idea, el otro día eramos cinco mujeres y 70 hombres. Todo cuesta. Cuesta que te tomen en serio. Tuve que aguantar muchas cosas. Que me dijeran que no iba a poder, que no era para mí, que estaba loca, que iba a matar a alguien… Menos mal que no le hice caso a nadie porque al final esos mismos son los que me terminaron abriendo las puertas. Cuando terminé de correr, me bajé del auto y de la misma categoría me dijeron que no esperaban tanto de mí y menos mal que hice oídos sordos a todos. Las estadísticas reales dicen que las mujeres manejamos mejor porque somos más prudentes. El problema es que la mujer no tenemos seguridad al volante y más cuando nos juzgan todo el tiempo.
-¿Sentís alguna diferencia de género dentro del deporte?
-Creo y escuché que ellos creen que no hay mujeres en el automovilismo porque no tenemos la fuerza ni la capacidad. No todos, pero pasa. Es una cuestión que a los nenes les hacían aprender a los 11 o 12 y a las mujeres recién a los 16 o 20 años. No podés pretender que tengan el mismo nivel. No me pasó con mis compañeros porque ellos siempre me alentaron a que corra, pero sí hay algunos que se creen que las mujeres no podemos hacer esto.