Falleció Alvaro Giannitti
A los 72 años, el empresario dejó de existir tras una penosa enfermedad. El “Tano” era uno de los titulares de la empresa Grabya y un vecino apreciado y reconocido en la comunidad. Sus restos eran inhumados esta mañana.
Alvaro Giannitti nació en Avelino (Nápoles, Italia) en el año´45, y llegó con su familia en Argentina a los 4 años. Se radicaron en Cañuelas, donde vivía su abuelo, que atendía una peluquería en San Martín y Libertad, frente al Banco Provincia.
En su juventud, Alvaro aprendió el oficio de su padre (y su abuelo) y trabajó en el taller de calzado familiar. Luego, junto con su hermano Adolfo, consiguió un camión viejo y se dedicó a comprar fierros, vidrios y latas para revender. Luego juntaron huesos para una fábrica, hasta que decidieron armar su propia empresa.
En febrero de 1967 nació Grabya, que trabajó en sus comienzos procesando huesos para la construcción de gelatina industrial, materia prima indispensable para la producción de celuloide. La proliferación de los materiales plásticos y posteriormente digitalización de la fotografía y las cintas de audio y video hicieron que el negocio dejara de ser rentable.
Allí la producción se diversificó, y la empresa empezó a hacer un calcificante para animales, y luego, en los 90 la planta se readecuó para la producción de sebo y harina de carne.
Con el tiempo, Grabya se transformó en una empresa de características fundamentalmente ecológicas, ya que su materia prima son justamente los desperdicios de la industria frigorífica, que son transformados en productos de primera calidad como el sebo (utilizado en refinerías, industrias químicas, biodiesel, etc) o las harinas de carne con que se elaboran alimentos animales. En ambos casos los productos son comercializados en el mercado nacional e internacional.
En el año 2010, la empresa fue reconocida por la ACUMAR y recibió la visita de la vicepresidenta del Banco Mundial, Pamela Cox, en virtud de los resultados de la gestión medioambiental.
“En este país, cuando uno hace bien las cosas termina molestando a todos. Porque cuando uno hace las cosas bien no queda espacio para ninguna manga, no hay negocio para nadie. Cada vez que vino a la empresa un inspector de cualquier ámbito, y nos encontraba algún problema, lo único que pedimos siempre fue plazo. Nunca nadie se llevó un peso de acá para hacer la vista gorda. Ese camino, que es el más largo y el más difícil es el que nos dio mayores resultados”, contó Alvaro en una entrevista realizada en el 2011.
Además de su enorme (y siempre silenciosa) generosidad, el “Tano”, al igual que Adolfo, fue un apasionado de la familia, tanto que hoy sus hijos son quienes conducen la empresa. En la misma entrevista, se le preguntó que esperaba dejarles más allá de sus logros materiales:
“Les dejo algo que no pueden vender: el compromiso con el trabajo”, contestó.