Historias de nuestro pueblo: Ábrete Sésamo, El ladrón sin puertas.
Por Martín Aleandro
“No hurtarás. No dirás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”.
«Éxodo 20:1-17». La Biblia
Esa frase que reza: “aquí nadie se lleva lo que no es suyo” no sería posible utilizarla en la historia que les traigo hoy. Lo que les voy a contar es increíble. Es un hecho que lo veo pendular entre el delito, el ingenio y la fechoría. Sin dejar de ser una violación a la propiedad privada marca un antes y un después este tipo de robo. Cañuelas lamentablemente también tiene su prensa roja.
Desde “Alí Babá y los Cuarenta ladrones” hasta nuestros días pulula en el imaginario colectivo robar sin ser descubierto y sin usar la violencia. En el caso de este cuento maravilloso el acto delictivo queda redimido con la expresión: ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón. Alí Babá era un leñador muy pobre que trabajaba en un bosque en las afueras de Persia. Una noche, finalizando sus labores, descubre que un grupo de delincuentes escondía un gran tesoro en una cueva muy particular, cuya puerta de piedra se abría con las palabras mágicas “Ábrete Sésamo”, y se cerraba con la orden contraria. Luego de observar durante varias noches el entrar y salir de los ladrones, decidió pararse frente a la puerta, decir las palabras, sacar una parte del botín y cambiar su vida para siempre: económicamente y moralmente.
El inglés Ronnie Biggs junto a 10 malhechores más planeó robar un tren postal que transportaba una gran fortuna. Los Bancos de toda Inglaterra enviarían a Londres grandes cantidades de dinero de incognito entre el correo postal el 8 de agosto de 1963. El tren provenía de Glasgow y haría el trayecto hasta la capital de Gran Bretaña durante la madrugada. Alterando las señales lumínicas detienen la máquina y lo abordan rápidamente. Lo conducen hasta un puente donde la otra parte de la banda esperaba en un viejo camión del ejército. Luego de revolver entre los sacos del correo postal encuentran la moneda británica que buscaban y las suben al otro vehículo. En cuestión de minutos se fugaron con 2.600.000 libras. Habían cometido el robo del siglo de aquel entonces. No fue perfecto. Al poco tiempo la banda entera entró a prisión. Ronnie Biggs se fugó saltando el paredón con una escalera de trapo y terminó viviendo en Brasil, donde se casó y tuvo un hijo. Las leyes de este país no perimieron la extradición y la prensa mundial lo convirtió en un “héroe” romántico.
En Argentina también tuvimos nuestro “Robo del Siglo”. En el año 2006 el Banco Río de zona norte es vulnerado de una forma muy ingeniosa. Esta historia no la voy a contar porque es harta conocida y pueden ver la película protagonizada por Francella y Peretti. Solamente voy a destacar, para traer a la memoria la frase que dejaron en un papel junto a las “cajas fuertes” abiertas: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es solo plata y no amores”. Quiero que quede en claro que no es mi intención hacer apología del delito, sino resaltar el método utilizado para cometer el robo sin usar la “violencia”.
En Cañuelas también tuvimos un caso muy particular y novedoso. Una mañana como cualquier otra, una pareja muy bien vestida se acerca a una cerrajería de barrio y solicita hablar con el cerrajero. Le cuentan que venían de un largo viaje, que les habían prestado una casa quinta para pasar unos días de vacaciones, y que habían perdido las llaves en el trajín del viaje. Le pidieron si podía abrir la cerradura para no pasar la noche en el automóvil. Tanto el relato como la pareja eran muy seductores y creíbles, el cerrajero nuca dudó de las verdaderas intenciones de estos delincuentes y actuó de buena fe (varias horas más tarde se enteraría del robo que fue muy famoso y escandalizó a todo Cañuelas). Llegaron a la hermosa casa quinta que obviamente estaba deshabitada. El cerrajero sacó su maletín con herramientas e hizo su trabajo de forma limpia y rápida mientras que la pareja, tomados de la manos cual dos enamorados románticos, esperaba impaciente. Al concluir y dejar la puerta de entrada abierta de par en par, recibió su pago y hasta una mínima propina por ser tan atento. Al despedirse lo saludaron con un beso y le dijeron: “muchísimas gracias”.