Historia de nuestro pueblo: Almacenes de ramos generales

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Por Martín Aleandro

Antiguamente salía el colectivo 88 de la estación de Cañuelas y llegaba a Uribe cargado de pibes que estaban pupilos en el Don Bosco y gente que trabajaba. Nuestro pueblo era zona de Hornos de ladrillos y Tambos.

A varios terrenos de Cañuelas les falta una palada de tierra. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX prosperaban los Hornos de ladrillos. En nuestro pueblo las casonas más antiguas dan cuenta de este tiempo que no volverá, y en muy pocos habitantes queda el relato vivo y oral de haber habitado en ellas. El investigador Adrián Pifferett cuenta que la Obra Pública y Religiosa de aquel entonces, que hasta hoy se eleva intacta al cielo, estaba construida con argamasas y mezclas cementicias de barro europeo, y las casas del pueblo con técnicas y mezclas de adobe locales. También dice que: “el mortero de barro para asentar ladrillos cocidos era de uso generalizado en la época”. La unión de materiales de construcción se realizaba con productos de la misma zona, en Buenos Aires, por no contar con piedras o maderas duras, la construcción se basó en el barro y la quincha de nuestra zona: palos, pastos y bosta de caballo formaban la argamasa que seca al sol de la pampa, se endurecía dándole rigidez a la obra. 

Don Tito Domínguez recuerda que Pascual Ferraré, más conocido como el “loco” Ferraré, viejo paisano que trabajaba con su padre, vivía en un antiguo rancho que el techo tiene, aun hoy, la caída al revés: a la vereda. Se la puede ver en la calle San Vicente y 25 de mayo. Pocas quedan de aquel entonces y este es un fiel testimonio de la época. Con el tiempo los ranchos se fueron demoliendo dándole paso a la nueva Cañuelas. La construcción cambió de técnica. Los ladrillos se fueron uniendo con distintas mezclas cada vez más duraderas dejando atrás las casitas de adobe. Vinieron los tiempos de las imponentes fachadas, revocadas con distintas ornamentas, con grandes ventanales de gruesas y rebuscadas rejas. También están aún en pie, y de la misma época, casonas que no fueron revocadas, que quedaron en el tiempo con los ladrillos al intemperie. En aquel entonces revocar era un arte y existían obreros que se dedicaban exclusivamente a los frentes. Por tal motivo, las viviendas que pudieron pagar a estos profesionales de la estética conservan la belleza decorativa de la época.

Notables e intactos están los Almacenes de Ramos generales de la campaña en nuestra provincia. Lugar de posta de caballos, descanso, charla y grapa para los paisanos que iban de un punto a otro de la región; como así también suministraban víveres, querosene, alpargatas, remedios y mucho más a los vecinos. Todo se compraba y se vendía en estos lugares, eran el Shopping mall de la actualidad. Sus construcciones de líneas simples en un marcado estilo italiano, estaban levantadas con ladrillos de barro cocido en los hornos locales. Los ventanales de madera se extendían terminando en banderola, permitiendo mayor entrada de luz y ventilación. Por esos pisos de madera lustrada dieron sus primeros pasos los hombres y las mujeres que, de una forma u otra, son el origen de nuestra comunidad. El pueblo fue creciendo desde el pie diría Alfredo Zitarrosa, hilada por hilada, ladrillo a ladrillo, como las revoluciones tempranas.

Gustavo Recalt recuerda el viejo boliche y Almacén de Ramos Generales de Marra, que estaba frente a la estación de tren. Ahí con sus compañeros del Don Bosco tomaban el colectivo que los lleva a Uribelarrea. Recuerda fiel el olor del boliche, el olor a la madera del piso de pinotea y a las especies y granos que se vendían sueltas. Alrededor del establecimiento, y detrás de los mostradores había una especie de compartimientos con una tapa de madera que se levantaba, y adentro tenían el maíz, arroz, pan, papas, zanahorias, y otros productos sueltos a la venta. Los paisanos tomaban grapa, fumaban y jugaban a los naipes en un rincón, y en el otro los clientes compraban huevos, granos o embutidos… Era un lugar maravilloso recuerda Gustavo: “ahí compré mi primer atado de puchos…”.