El arte en las calles como forma de resistencia y lucha.
Cultura y Sociedad / Entrevista a Gladys Mondino
La visión sesgada del Gobierno sobre la Industria Cultural Nacional pone en riesgo a una comunidad de artistas que no baja los brazos. Los cierres, los recortes, la quita de subsidios y los aumentos en tarifas y transportes hacen inviable todo emprendimiento relacionado al arte. Las calles del país son un lugar donde manifestar y resistir este atropello al trabajo artístico. La artista plástica Gladys Mondino prepara un Mural sobre los Derechos de las Mujeres que se llevará a cabo la semana próxima en la Secretaría de la Mujer de Cañuelas.
Por Martín Aleandro
La calle es en sí misma un lugar común donde la sociedad converge inevitablemente. Sin embargo, no solo las vidrieras de los comercios exponen sus productos, o transitan peatones y automóviles; en las calles el pueblo encuentra un espacio de reunión para festejos y reclamos. La manifestación popular es, desde tiempos remotos, una forma de visibilizar la alegría y el descontento del pueblo.
El arte mural surge en México a principios del siglo pasado para dejar plasmado en grandes edificios públicos o paredes la idea de un pueblo en lucha, presente y descontento. Expone, como en las Galerías y Museos, las obras de grandes artistas que se destacaron en el muralismo. Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros son quienes dan el puntapié inicial a todo un movimiento que hoy en día está al alcance de los transeúntes urbanos del mundo.
El reconocido y talentoso actor argentino Norman Brisky realiza una convocatoria a diferentes actores con el objetivo de hacer teatro en la calle en estos tiempos difíciles en lo político, social, económico y cultural. Brisky plantea que en este momento “social histórico” la calle es el único lugar posible, el más importante, para visibilizar el descontento general de la comunidad de artistas. El teatro como el Tik Tok sería una manera entretenida de decir lo que está pasando en nuestro país. El empobrecimiento económico y cultural de nuestro pueblo es una forma de dominación, si desde el mismo pueblo no sale el reclamo va a ser muy difícil lograr un cambio de dirección a favor de las clases trabajadoras, jubilados y artistas que han quedado postergados en estos últimos años. Con el actual gobierno se profundizó la situación y por eso mismo hay que buscar un espacio para mostrar el descontento. La calle es “el único lugar que queda, el más laico y potente”, remarca Brisky.
La artista plástica cañuelense Gladys Mondino toma el pincel y la palabra para poner en relieve la importancia del trabajo solidario, la militancia diaria y la cultura como herramienta emancipadora. Cañuelas Ya tuvo la posibilidad de entrevistarla y plasmar su pensamiento en esta nota:
¿Qué importancia tuvo el movimiento muralista latinoamericano en el siglo XX?
En pleno auge del Movimiento Muralista, que buscaba visibilizar la lucha de clases y la revolución en ese México tan convulsionado de principios de siglo XX, su representante quizá más importante o influyente visita Argentina. Siqueiros vino a brindar una serie de clases y debates sobre Arte y Revolución, lamentablemente no se pudo llevar a cabo ya que en aquel entonces Argentina tenía un gobierno conservador que obviamente miraba hacia otro lado. Alojado en la propiedad del empresario mediático Natalio Botana, y junto al artista Berni Spilinbergo idean un mural, que, paradójicamente se termina realizando en un sótano de la quinta de Botana.
Esta es simplemente una anécdota, pero la presencia en aquel entonces de Siqueiros en nuestro país despierta en muchos de nuestros artistas la idea de comenzar a visibilizar en las calles pinturas vinculadas a hechos históricos o políticos. Ese mensaje crítico y la impronta de ponerlo a la vista del pueblo es, de alguna manera, el legado del movimiento muralista latinoamericano.
¿Cuán importante es en nuestra sociedad la enseñanza de arte en las escuelas? ¿Es verdaderamente liberador el arte?
Como toda actividad relacionada al arte, los seres humanos necesitamos del aprendizaje, necesitamos expresarnos, poder plasmar una síntesis de lo que nos está pasando. El arte es la herramienta fundamental, debe de estar en todos los ámbitos, en los públicos y en los privados, no siento ni entiendo que, con un Estado ausente, solamente las personas que puedan pagar tengan acceso a la expresión artística.
¿Cómo es tu experiencia docente en Hospital Dardo Rocha, centros culturales, sociedades de fomento y demás instituciones intermedias?
La experiencia siempre es enriquecedora, las personas en el ámbito hospitalario, en el caso del Dardo Rocha tenemos una cosmovisión distinta, relacionada a la salud mental, los internos están bajo un régimen estricto donde no tienen acceso a salir o manejarse en el exterior. La posibilidad de brindar un espacio cultural en ese contexto ayuda, y esto que digo está aprobado y apoyado por la comunidad científica, a que los y las internas estén mejor y tengan una calidad de vida más elevada. En el caso de las demás instituciones mencionadas en la pregunta sucede algo similar, pero bueno, los casos son diferentes.
¿Qué significa para vos la militancia en el campo de la cultura?
La militancia es algo que las personas deberían tener conciencia, todos debemos de alguna manera intentar hacer algo por el otro. La gente a veces confunde lo partidario con la política, obviamente que la política es la herramienta que tenemos para poder llegar a donde más se necesita. Los Derechos siempre pueden estar vulnerados, y siempre hay que estar recordándole a la gente que está en el poder cuáles son nuestros derechos como ciudadanos. Los centros culturales en los barrios brindan de alguna manera un servicio que arma el entramado social y organiza los reclamos. La presencia de docentes militantes hace de intermediario entre los políticos de turno y los vecinos, hacemos llegar el reclamo de sectores que muchas veces están muy alejados y postergados. Muchas veces la gente confunde o no entiende cómo funciona la militancia, los mismos Medios de Comunicación la hacen ver como algo negativo, cuando en realidad somos un eslabón muy importante en la cadena social.
¿Cómo vez la idea de visibilizar en las calles el descontento por el cierre de lugares culturales y el desampara que el gobierno le está dando a la comunidad de artistas nacionales?
Creo que siempre en esa manifestación donde ponemos en relieve algo que nos parece que está mal, si no lo estás viendo te lo llevas por delante y los vez. Con estas nuevas medidas y protocolos anti manifestaciones buscan evitar justamente que el pueblo diga lo que piensa. El Gobierno actual nos está diciendo abiertamente que no nos podemos expresar, lo más disparatado es que cuando a estos mismos que están hoy en el poder, cuando algo no les gustaba, como por ejemplo en tiempos de pandemia, era el mismo actual presidente que juntaba gente y quemaban barbijos. Ellos sí podían pero ahora está mal visto. Creo que es muy complejo lo que está pasando porque hay una cuestión, una lógica de que si no hacés lo que ellos quieren te quitan de aquí o de allá. De ahí surge el miedo y el miedo siempre es a causa de un acto de violencia. La represión dispara el miedo y siempre va a generar violencia, me parece totalmente ilógica esa postura de un gobierno democrático. Creo que la gente se tiene que expresar siempre dentro de la Ley, y las leyes son una garantía que no se puede vulnerar o cambiar sin pasar por el congreso donde están nuestros representantes.
«Atacar.» Ese es el verbo que elige Norman Briski para describir la convocatoria a artistas que está abriendo, con el objetivo de hacer teatro en la calle en tiempos difíciles en lo político, social, económico y cultural. En este «social histórico», la calle es «el único lugar que queda, el más laico y potente», y al creador lo entusiasma el surgimiento de «estéticas de la lucha». «No me dedico a la resistencia, que es bueno que aparezca. A mí me gusta atacar. Pero boludo no soy: sé que si ataco hay 40 del otro lado y me hacen bosta, entonces me
disfrazo de resistencia. El teatro, como Tik Tok, sería una manera entretenida de decir lo que está pasando», expresa el actor, dramaturgo y director a Página/12.
Y continúa: «Resistir es inclusive aburrido. No te da alegría, heroicidad, la posibilidad de ganar la batalla. Te da ‘estamos en contra’. ¿Y qué tenés para mostrarme de tu paisaje? ¿Qué paisaje tenés pensado para la Argentina y quién te va a seguir?». Estas preguntas son el puntapié de la convocatoria para llevar el teatro al espacio público. Briski quiere armar «varios grupos» reducidos de actores que hagan números cortos en marchas y actos, vinculados a temáticas sociales. La propuesta no está del todo delineada porque él quiere escuchar lo que opinen quienes se presenten -«por lo menos tres van a venir»-. No va a dirigir, sino a guiar, en base a su larga experiencia en teatro popular, algo a lo que se dedica desde fines de los sesenta hasta la actualidad, con los grupos Octubre, Brazo Largo, Miguelitos y Che Adelita. Ha hecho teatro en barrios obreros, villas miseria y fábricas recuperadas.
Esta nueva idea replica el espíritu de una iniciativa que Norman tuvo años atrás, cuando reunió por convocatoria a un grupo de titiriteros para montar una obra escrita por él en las tierras tomadas de Guernica (2020). En esta ocasión, el primer encuentro con los interesados -pueden ser no sólo actores, sino también artistas de otras ramas- será este lunes a las 19 en su teatro, el Calibán (México 1428). No hace falta inscribirse previamente. Después de elogiar a los piqueteros -que, como él, «atacan»-, el autor detalla lo que tiene pensado: «Un día por semana se ensayaría en Calibán. Cada grupo puede hacer un relevamiento de lo que le gustaría mostrar, que no sea de más de 10 minutos, que se pueda repetir varias veces, en esquinas, con el respaldo e infraestructura que tenemos. En marchas, parques, plazas, el Obelisco; donde quieran. No va a ser una dictadura de mi parte diciendo ‘tienen que hacer esto y tatata’. Quiero sacar el teatro a la calle porque es el único lugar que queda, el más laico y potente, el que más puede incidir. Servirá de nada como casi siempre, o servirá para que parezca resistencia. Dependerá de la calidad de los ejercicios».
Cada grupo, conformado por entre tres y cinco personas, tendrá nombre propio. «Hay posibilidades de crear maneras distintas de hacer teatro para la Argentina, sin dudas. Y con lo que está atravesando esta es la más necesaria. Es un momento extraordinariamente interesante para las estéticas de la lucha. Cada grupo decidirá la suya. Agitar en Argentina parece ser de terrorista. Es posible que nos acusen de terrorismo. La estética va a tener que ver con la expresión que salga. Puede ser resistencia, denuncia, metáfora», se entusiasma Briski, quien, claro, no sabe con qué se encontrará. «Yo nada más los veré. Es nada más que motivar para producir una estética en este social histórico. La idea es que tengan confianza de que alguien sabe sobre este asunto. Haré recomendaciones si quieren. Estaremos ayudando en las técnicas que necesita este tipo de exposición, dando ejemplos y garantizando el cuidado de que vamos a estar acompañando a los grupos para que hagan esto con alegría. Casi todo hoy se subraya no por el deseo sino por la necesidad. Eso distorsiona casi todo: estamos más apurados, nerviosos y tontos.»
«Con estos mandatarios -qué sé yo cómo llamarlos, porque es muy difícil creer que gobiernan, sino que acusan- vivimos un momento similar a cuando éramos jóvenes. Preguntamos ‘a qué hora vas a volver’, ‘a dónde vas’. En esta represión entusiasma la aventura. ¿Así que no se puede andar por la calle? Ahora vas a ver. ¿Hay que ir por la vereda? Ahora vas a ver. ¿No puedo hablar con la vecina porque es vecina? ¿Vas a cerrar el instituto? Vas a ver. Hay un desafío juvenil. Me parece que es una fuerza que no es de lo necesario, sino de la alegría de la fiesta», expresa Briski. «Lo que estamos viviendo es un brote de la dictadura. Me da la impresión de que puede pasar que no tengamos tanto miedo y hagamos cosas que nos den hermandad y solidaridad», dice también. Consultado sobre la represión de este jueves en las puertas del Gaumont, sobre la que hizo un video, contesta con ironía: «Si este tío nos mata a todos no va a haber inflación».
-¿Cómo ves este momento de la Argentina?
-Da la impresión de que es la denominación de un shock. Pareciera que se sostuvo hasta esta novedad del ómnibus. El ómnibus les falló para el shock y ahora están «shockitos», arrugaron y buscan maneras más pactadas. Pactitos, pactos, y eso hará que el ómnibus se convierta en gusanito, que hablará con su propia cola. Será entre ellos que harán cosas de la plata a las provincias y todo eso. No cambia nada. Es como lo de Rosario, que quieren hacer Bukele… ¡es una cosa este país! Tan histérico. Ellos, mi enemigo, están muy seguros de que la única manera de arreglar la economía en la Argentina es esta. Y hay bastantes razones para creer que el que asuma en términos más humanistas podría tener alternativas más adecuadas. La omnipotencia es probablemente la grandeza de los niños. Pero cuando sos muy grande, si seguís creyendo que la única manera de ver el mundo es la que vos estás mirando… me da la impresión de que nosotros, los zurdos, creemos que la historia argentina es tal y cual. Pero es más conservadora que cualquier otra cosa. Como tuvimos momentos tan lindos e interesantes para un país en el que no se reconoce ni a los mapuches, hay un sistema ilusorio que no nos permite ver todo el paisaje. El campo popular hoy vota en un 57 por ciento por este muñeco que representa la dependencia, la entrega, valorando a Menem como si hubiese sido Facundo. Todos piensan que este es el peor momento porque no tienen mi edad (risas). Tampoco me puedo estar aburriendo porque sé que uno es una reiteración de Menem hecho shock; otro, Alvear en dos siglos pasados; el otro, Roca… bueno, con Roca no estuve, pero iba con los toros y las vacas a Inglaterra a la exposición de allá para vender la carne. ¿Qué cambió? La pregunta es quién se va a montar sobre este nuevo fracaso.